En medio de la adversidad, David comienza este salmo proclamando:
El SEÑOR es mi luz y mi salvación; ¿A quién temeré? El SEÑOR es la fortaleza de mi vida; ¿De quién tendré miedo? (Salmo 27:1)
Salmo 31
Te doy la bienvenida, Señor, nunca seré defraudado: ¡tú que eres justo, sálvame! Inclina a mí tu oído, apresúrate a liberarme. Sé para mí una roca de refugio, el recinto amurallado que me salva. Porque tú eres mi roca y mi fortaleza; por tu nombre me guías y diriges. Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi refugio. En tus manos encomiendo mi espíritu, y tú, Señor, Dios fiel, me librarás. Odias a los que adoran ídolos vanos, pero yo confío en el Señor. Me gozaré y me alegraré por tu bondad porque has mirado mi aflicción y has entendido la angustia de mi alma; no me dejaste en manos del enemigo, me hiciste andar en campo abierto.
Ten piedad de mí, Señor, que estoy en angustia; mis ojos languidecen de tristeza. Mi vida se consume en aflicción y mis años en gemidos; mis fuerzas decaen en medio de tanto dolor y mis huesos se deshacen. Mi enemigo se regocija, mis vecinos se espantan, y mis conocidos se aterran de mí: si me ven en la calle, se alejan de mí. Se olvidaron de mí, como un muerto, soy como un objeto inútil.
Salmo 91
El Salmo 91 es otro Salmo con tal consuelo que nos ayuda a aprender cuánto nos impacta realmente cuando permanecemos en Cristo. El salmo 91 nos dice que cuando moramos o permanecemos al abrigo del Altísimo, podemos DESCANSAR a su sombra. Él nos da descanso de nuestra preocupación, de nuestros miedos, de nuestra ansiedad.
“Tú eres mi refugio y mi fortaleza, mi Dios, en quien confío.” Salmo 91:2