En el tratamiento de la ansiedad se suelen utilizar dos tipos de fármacos: los ansiolíticos y los antidepresivos.
Los ansiolíticos más utilizados pertenecen al grupo de las benzodiazepinas de alta potencia (Alprazolam, Loracepam, Diacepam, Cloracepam, etc.). Producen un efecto calmante. Actúan reduciendo los síntomas de ansiedad en cuestión de minutos y disminuyendo tanto la intensidad como la frecuencia de los episodios de ansiedad. Los principales efectos adversos de las benzodiazepinas consisten en somnolencia, alteraciones de la memoria, atención y concentración. El deterioro de estas funciones cognitivas suele ser temporal (se experimenta mientras se toma el fármaco) y sólo se produce con dosis altas y prolongadas en el tiempo. Otro inconveniente es que su consumo prolongado puede generar efectos de dependencia (adicción) y tolerancia (pérdida progresiva de eficacia).
¿Qué fármacos se utilizan para tratar la ansiedad?
El tratamiento farmacológico actuaría directamente para reducir los síntomas fisiológicos, es decir, considera la ansiedad y la depresión como un «desequilibrio bioquímico» que se intenta corregir actuando sobre los neurotransmisores.
En definitiva, se trata de evitar que el organismo reaccione ante estas situaciones consideradas amenazantes.
Cómo actúan los ansiolíticos en nuestro organismo
Como ya hemos comentado, los ansiolíticos actúan como un depresor de nuestro sistema nervioso central, por lo que su función es que el sistema nervioso central reduzca y ralentice su funciones y el ritmo, pero ¿qué funciones controla el sistema nervioso central? No nos extenderemos mucho, pero debemos saber que el sistema nervioso central está formado por el encéfalo (Encéfalo, Cerebelo y tronco encefálico) y la médula espinal. Y que el sistema nervioso central atiende y satisface las necesidades vitales y responde a los estímulos. Realiza tres acciones esenciales, que son:
- La detección de estímulos
- La transmisión de información
- La coordinación general.