Existen diferentes cuadros clínicos en los que la ansiedad es el síntoma fundamental:
- Trastorno de crisis de pánico, en el que la ansiedad se presenta de forma episódica en forma de palpitaciones, sensación de ahogo, inestabilidad, temblores o miedo a morir.
- Trastorno de ansiedad generalizada, con estado de ansiedad permanente.
- Trastorno fóbico, con miedos específicos o inespecíficos.
- Trastorno obsesivo-compulsivo, con ideas intrusivas y desagradables que pueden acompañarse de actos rituales que reducen la ansiedad de la obsesión (lavarse muchas veces por miedo al contagio, revisar las puertas o enchufes, dudas continuas).
- Reacciones de estrés agudo o postraumático.
- Trastornos de adaptación a situaciones adversas de la vida.
¿Para qué sirve la ansiedad?
La ansiedad está programada para hacernos luchar o huir ante una determinada situación. Surgió hace miles de años, cuando el ser humano habitaba en las cuevas. Tuvimos que enfrentarnos a peligros y situaciones que amenazaban directamente nuestra vida, ya que éramos presa fácil de otros depredadores. Es precisamente cuando la ansiedad nos ayudaba porque nos permitía huir del peligro, luchar para defendernos o cazar y alimentarnos.
En cualquiera de estas dos formas de actuar, nuestro cuerpo va a gastar energía, de ahí todos los cambios fisiológicos que se generan y cuyo objetivo es prepararnos para luchar o huir. Tanto en uno como en otro necesitaremos:
Rasgo de ansiedad
Aparece desde edades muy tempranas (infancia o adolescencia) y conduce a la formación del temperamento o personalidad.
Básicamente, una persona con ansiedad rasgo reacciona sin pensar, le resulta difícil relajarse y se sobreexcita con facilidad. No sabe vivir sin estar ansioso, ya que este sentimiento ha sido un gran compañero durante mucho tiempo.