Las complicaciones físicas del duelo también pueden ser intensas y complejas. Por ejemplo, pueden presentarse procesos de ansiedad que incluyen ataques de pánico, mareos y fuertes somatizaciones físicas. La somatización se hace evidente cuando no se presta una adecuada atención al proceso interno, tanto emocional como cognitivo. Es el recurso que tiene nuestro cuerpo para llamar la atención sobre lo que está pasando y no estamos prestando atención. Por eso, debemos estar más agradecidos que enojados con nuestro cuerpo cuando sufre, ya que nos está advirtiendo y, por tanto, haciéndonos un favor.
En el duelo hay muchas situaciones que nos llevan a no atender adecuadamente el proceso en sí: el miedo de las personas a entrar en contacto con el dolor (lo que les lleva a evitarlo y llenar su vida de actividades), reprimir según qué emociones, centrarse más en el proceso familiar que en el propio, o el miedo a la muerte que se hace real cuando muere alguien cercano… Todo ello aumenta la probabilidad de que el cuerpo se queje.
El motivo de la ansiedad tras la muerte de un ser querido
Varios teóricos han dividido el proceso de duelo en fases. Tomando como referencia el artículo Duelo y las etapas de la vida, serían negación, ira o enfado, negociación, depresión y aceptación. La descripción se centra en la tristeza o la ira, pero rara vez se explica la aparición de la ansiedad tras la muerte de un ser querido.
La ansiedad que sentía Sandra podría encajar perfectamente con la etapa de depresión del duelo. Pues bien, durante esos episodios de ansiedad, aun cuando remitieron, explicó que sentía una profunda tristeza de origen desconocido.
¿Qué sentirás durante el duelo?
Durante el duelo pasarás por distintas fases y experimentarás emociones y comportamientos que forman parte de este proceso. No debes preocuparte, solo debes saber que es normal que lo pases.
- Choque: aparece en los momentos iniciales, y su duración es mayor cuando el evento es imprevisto. Se asocia con la apatía y una sensación de estar fuera de contacto con la realidad.
- Desorganización: también se da al inicio del proceso. Se acompaña de desesperación y desestructuración absoluta del funcionamiento en cualquiera de las áreas vitales.
- Negación: es una forma frecuente de reaccionar ante eventos inesperados. Puedes esperar la llegada o la llamada de la persona desaparecida y hacer como si nada.
- Depresión: representa la progresión a una fase adaptativa más realista. Confirmar que el proceso de duelo se está llevando a cabo correctamente.
- Culpa: consiste en pensamientos recurrentes, casi obsesivos, en relación a lo que se podría haber hecho para evitar el hecho. Son más frecuentes si no ha podido despedirse del difunto o si las relaciones con él no fueron buenas.
- Ansiedad: surge del miedo, en muchos casos justificado, a los cambios que se producirán en su vida tras el acontecimiento (ej. soledad, dificultades económicas, etc.). Es el miedo a tener que sobrevivir sin la persona fallecida porque satisfizo una serie de necesidades.
- Ira: puede estar dirigida hacia familiares o amigos que no te han «ayudado» durante el evento o hacia personas que aún disfrutan de lo que has perdido (ej. otras personas que conservan a su cónyuge o hijos). En ocasiones, la ira puede dirigirse hacia el personal sanitario (reacción frecuente en las salas de oncología y en urgencias) o incluso hacia el fallecido por haber abandonado a los supervivientes.
- Resolución y aceptación: se da cuando has sido capaz de adaptarte a la pérdida de la persona y aceptar los cambios que este evento producirá en tu vida. Esta etapa no siempre se alcanza.